Consejos ante la información de salud: contra los vendedores de humo y el descreimiento

“Si no queremos ser presa fácil de los vendedores de veneno de serpiente y las pseudociencias o caer en el descreimiento, los ciudadanos debemos aprender a ser consumidores exigentes de la información de salud, lo mismo que en otros ámbitos de la vida hemos aprendido a identificar un buen producto o una buena relación calidad-precio”, afirma Gonzalo Casino, doctor en Medicina, experto en Bioestadística y reputado periodista científico, con una dilatada trayectoria en medios como El País o editoriales científico-sanitarias.

Con su ayuda cualificada, desde Concísate queremos ofrecerte un conjunto de recomendaciones para ser, precisamente, un consumidor crítico de los mensajes médicos y de salud que lees o llegan a tus oídos, que no son pocos. Comencemos.

Gonzalo Casino - foto Fundación Dr. Esteve
Gonzalo Casino, una voz autorizada en el campo de la información de salud

1. ¿En qué medida me afecta esto?

Hacerse esta pregunta puede ser un buen inicio al leer cualquier información médica, pues, por ejemplo, “si se trata de una investigación con animales de laboratorio o realizada en una población totalmente diferente a la tuya, ya hay que poner cierta distancia y cautela con respecto a sus conclusiones”, señala Casino.

Hay que entender que existen diversas clases de estudios científicos, cuyo grado de confianza y cuya fuerza de sus resultados varían, y que para sacar una conclusión útil o práctica para los ciudadanos pueden pasar muchos años, si es que ocurre. Como veremos, esta cautela nos la debería advertir la propia información, lo cual sería un signo de su calidad.

2. Recelar de los extremos. Se exagera

Es conveniente recelar tanto de los riesgos como de los beneficios muy exagerados de un estudio, una intervención o un tratamiento médico. “Raramente, muy raramente, existe una panacea; y raramente hay una amenaza catastrófica para la salud”, indica Casino, quien añade que “hay que desconfiar de los riesgos muy abultados y de los beneficios milagrosos”.

“En la información médica hay muchas exageraciones, porque permiten crear cierta alarma y captar la atención del público, y luego es más fácil vender el remedio; es una estrategia muy conocida a la hora de trasladar mensajes de salud: se crea el miedo y, en paralelo, se vende mejor el remedio”, concluye este doctor en Medicina y experto en difusión del conocimiento científico.

3. No me cuentes una frase, explícame la conversación

Como consumidores, no podemos aceptar simplemente eso de ‘Un estudio dice…’, y ya está. Hay determinado contexto que se nos tiene que trasladar; hay que exigirlo y aprender a buscarlo. Para un investigador una sola frase —su trabajo— en el maremágnum científico quizá sí sea importante, pero para un lector lo es más conocer en qué parte de la conversación —el estado general de la cuestión— se insertaría.

En consonancia con ello, hay que poner en cuarentena aquellas noticias escuetas o breves, máxime si tienen un titular llamativo, pues “la información de salud es normalmente compleja y trasladándola al consumidor de este modo no se estará explicando el contexto necesario”, resalta Casino.

Como reverso, en ocasiones, se da un protagonismo excesivo a trabajos anecdóticos. Es lo que Casino llama el efecto puzle: “qué poca cosa se nos antojan tantos y tantos estudios científicos publicados que presentan como trofeo una minúscula pieza del puzle sin apenas pistas de cómo encajarla en el conjunto”.

4. Fuentes buenas vs. interesadas

Los ciudadanos “tenemos que desarrollar el olfato para conocer qué fuentes son fiables”, concluye Casino. Es preciso confiar en las fuentes que sabemos que son contrastadas, siendo una regla útil asumir que “una agencia pública, una fuente científica gubernamental es en principio más fiable que una fuente privada o aislada”, añade.

Es vital comprender que nos hallamos en un escenario complejo con muchos actores, en el que los periodistas ocupan normalmente el eslabón final de una cadena informativa con más eslabones previos, de modo que el mensaje final muchas veces tiene como defecto la exageración.

“En ocasiones no se dice toda la verdad, se resaltan algunas partes de los hechos estudiados y se ocultan otras, o ser distorsionan, o se seleccionan los números que más convienen: eso es exagerar, hacer amarillismo”, señala Gonzalo Casino, quien acto seguido explica: “Y no lo hacen sólo los periodistas, también los investigadores, las revistas científicas, los centros de investigación, la industria… Todos quieren llamar la atención sobre los resultados de sus estudios, contribuyendo a crear ese estado de distorsión”.

5. Esperar a que se apaguen los flashes

En los casos de informaciones médicas de cierto impacto, según nuestro experto consultado, es una buena costumbre “desconfiar del primer flash informativo, ya que en periodismo se peca de inmediatez y a veces el que llega primero no es normalmente el que hace mejor las cosas; cuando se da la primera noticia sobre un hecho destacable no hay que quedarse sólo con ella, hay que esperar luego a las matizaciones, que suelen llegar después y suelen ser importantes”.

6. Contradicción tolerable y el médico como guía

Con las cautelas precedentes, podremos ir madurando “hasta poder practicar cierto escepticismo saludable como consumidores de salud, que nos evite caer en el ‘no me creo nada, aquí todos mienten’, porque tampoco es así, y que al mismo tiempo nos permita comprender que en la información médica puede haber ciertas contradicciones, con las que hay que ser tolerantes, pues así avanza el conocimiento científico”, postula Casino.

“En todo caso, hay que tener al médico como referente para tomar decisiones sobre salud y confiar en su criterio antes que tragarse acríticamente cualquier cosa que uno haya leído u oído”, prosigue, “pues tiene los conocimientos para leer con propiedad y extrapolar cualquier interpretación a tu caso clínico particular”.

suit-673697_1280

7. Congresos, medicamentos… no mucho interés

Tras todo lo dicho podemos colegir “que, además de muchos mensajes de salud, hay algunos a los que no hay que prestarles demasiado interés”, indica Casino. ¿Cómo cuáles? Para empezar a los referidos a ensayos de laboratorio con animales o sobre medicamentos que trasladan un mensaje del tipo ‘esto va a curar el cáncer o la diabetes o…’.

Existen estimaciones de que ¡sólo 1 de cada 10.000 fármacos! que se investigan en laboratorio llega a iniciar un ensayo clínico y, de los que superan este filtro previo, apenas un 20% acaba comercializándose como medicamento1, con el añadido de que todo este proceso puede llevar más de una década. Así que esperanzas, las justas.

Lo mismo sucede con la información que surge de los congresos científicos o médicos, la cual no hay que magnificar, pues suele ser “información preliminar, que no está madura, que es provisional y que a medida que avancen los estudios va a cambiar”, advierte nuestro experto.

8. Segundas fuentes y enlace a originales

Avanzando en nuestra conformación como consumidores críticos, conviene dar más valor a las informaciones que han consultado a varias fuentes, no sólo a la interesada directamente en dicho mensaje. Se trata de las segundas fuentes, “que aportan otra perspectiva y permiten que la información sea más solvente y, a priori, más fiable”, apunta Casino.

Otro signo de información de calidad es aquella que “enlaza con los trabajos científicos originales, muchos de los cuales están en internet y que, si bien pueden ser ilegibles para los profanos, hay algunos, cada vez más, que aportan un resumen que un lector medianamente educado podría leer”.

9. El enrevesamiento y la ignorancia

Una última regla relevante para Casino es “desconfiar de aquellos artículos periodísticos que no se entienden porque son muy técnicos: si un artículo incluye exceso de terminología inentendible para un lector corriente, normalmente eso revela más la ignorancia del que lo escribe que no su sapiencia”.

En este caso, su autor no ha sabido o podido explicar el asunto sobre el que ha escrito, “limitándose probablemente a trasladar acríticamente los términos que le ha dicho su fuente original”, abunda Casino. Y remata: “la buena información se entiende muy bien”.



Escepticemia: pensador anfibio con mirada táctica

Portada libro Escepticemia
Escepticemia, el libro

La pasada semana se presentó en Barcelona el libro ‘Escepticemia’, una selección de 99 artículos publicados por Gonzalo Casino durante 15 años al frente de su pionero blog del mismo nombre, hoy convertido en toda una referencia sobre divulgación médica. Editado por la Fundación Dr. Esteve, se trata de una reflexión sobre la información y la salud, a los que califica como “dos ídolos de la sociedad contemporánea”. Para Concísate, una compilación y un blog absolutamente recomendables.

De la misma opinión es Daniel Flichtentrei, cardiólogo por la Universidad de Buenos Aires, jefe de contenidos del portal médico IntraMed —referencia en el ámbito hispanoamericano— y prologuista de la obra, quien destaca que la de Casino es una “mirada anfibia, renacentista” y que su escepticismo “es táctico, muestra  el modo de incorporar el conocimiento respetando sus propias leyes, es decir, dudando”.

Flichtentrei, quien confesó que mucho antes de conocer a su autor esperaba con ansia cada nuevo artículo de Casino para ir a discutirlo con sus estudiantes, entiende que “la medicina no es una ciencia, sino una práctica clínica con fundamento científico, y su objeto no es el conocimiento o la salud, sino el sufrimiento, y no se puede permitir perder esto de vista”.

Por Félix A. Morales,

Salud y suerte.

Referencia:

  1. Armijo JA y Adin J., Farmacología Clínica: Objetivos y Metodología. En Farmacología Humana, 4.ª edición. Masson. Barcelona. 2003.

Créditos imagen:

 

1 comentario en “Consejos ante la información de salud: contra los vendedores de humo y el descreimiento

Deja un comentario