Aires de mi comunidad: un viaje por el rastro del tabaco

Este noviembre, el abajo firmante acompañó a alrededor de 1.200 personas en un modesto viaje didáctico a lomos del tabaco, siguiendo la estela que tan mortal producto ha dejado en la salud, la ciencia y la sociedad. El objetivo de esta experiencia educativa no era otro que reflexionar con mis acompañantes —en su inmensa mayoría, estudiantes de Secundaria y Bachillerato— en torno a cuestiones como: ¿de qué forma estableció la ciencia su carácter mortal?, ¿cómo ha sido el tránsito desde su omnipresencia social hasta hallarse abocado al empaquetado neutro?, ¿con qué herramientas de salud pública puede una sociedad defenderse de un producto tan dañino?

Más letal que las balas (tabaco, ciencia y salud)’, creada desde Concísate, fue una de las actividades de las Semanas de la Ciencia y la Innovación en Canarias 2017, promovidas por la Consejería de Economía, Industria, Comercio y Conocimiento del Gobierno de Canarias, a través de la Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información (ACIISI). Aquí te lo cuento.

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Foto de Rafa Avero / cienciacanaria.es

De 0 a 100 en medio siglo

A través de sesiones grupales de 30 minutos, comenzamos hablando de la industrialización del cigarrillo a finales del siglo XIX como hecho que marcó el pistoletazo de salida de la expansión planetaria del hábito de fumar, y la creciente aparición de problemas de salud en las décadas siguientes que, inicialmente, casi nadie atribuía al tabaco.

Luego nos metimos en harina científica y, con la ayuda de un módulo eléctrico de fabricación propia que realizaba el acto de fumar, recreamos por ejemplo el impacto del joven estudiante de Medicina Ernest Wynder cuando en 1948 se topó cara a cara con los efectos de este producto en el cuerpo humano, durante una autopsia a una persona fallecida por cáncer de pulmón, causándole tal impacto que le llevó a volcarse en el estudio de las relaciones entre el tabaco y la salud.

Acto seguido, con ayuda de nuevos voluntarios, rememoramos el audaz diseño experimental de Doll y Hill en Reino Unido a mediados del siglo pasado, cuyos resultados relacionaron de manera indubitable al tabaco con el cáncer, un hito científico que supuso un cambio de paradigma con respecto a este hábito, a su poderosa y omnipresente industria y a las políticas de salud pública al respecto.

Qué hacen ahí esos bebés

Nada mejor que este sencillo y brillante estudio epidemiológico —con los médicos como objeto de estudio— para ejemplarizar que hacer ciencia no es sólo cosa de probetas o microscopios; nada mejor que sus resultados —publicados en fechas en que los bebés protagonizaban anuncios de cigarrillos— para mostrar que a veces los hallazgos científicos chocan con intereses difíciles de soslayar.

Posteriormente, explicamos que, con el conocimiento de hoy, sabemos que encender un cigarrillo equivale a poner en marcha una fábrica industrial y, a través de un juego colectivo de descubrimiento, reflexionamos sobre las miles de sustancias presentes en el tabaco y en su humo. Así, mediante una muestra real de productos no alimentarios o de uso industrial, comprobamos cómo algunas de estas sustancias también están presentes en productos como pilas (cadmio), limpiacristales (amoniaco), asfalto de carretera (alquitrán), tubo de escape (monóxido de carbono) o disolvente (tolueno).

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Pensar y generar ideas

En el tramo final de cada sesión, los participantes se dividían en pequeños grupos, y trataban de responder a la pregunta de por qué la gente fuma, pese a que de manera generalizada se sabe que es perjudicial. El objetivo era enfatizar que es una adicción, que genera una triple dependencia (física, psicológica y social) y que lo mejor que se puede hacer es pedir ayuda a los profesionales del sistema público de salud.

Acto seguido, pensamos en las medidas de salud pública más eficaces para evitar los perjuicios de fumar en la sociedad: advertencias en las cajetillas (y la tendencia al empaquetado neutro), encarecimiento del producto o restricciones al marketing, la publicidad y el patrocinio de la industria tabacalera, apoyándonos para esto último en una muestra real de anuncios de tabaco del fondo de la Universidad de Stanford.

No pudimos resistirnos a terminar cada sesión lanzando una pregunta al aire: ¿se les ocurre algunos otros productos que vayan, poco a poco, por la misa senda del tabaco? Sí, no pocos apuntaron al alcohol, y algunos menos, mentaron al azúcar o al aceite de palma (acaso en poco tiempo digan la respuesta exacta: los productos alimentarios procesados).

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Un panel expositivo como apoyo

Durante los 6 días que duró esta experiencia, realizada en sendos y concurridos espacios públicos de Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz Tenerife, expusimos un panel de elaboración propia reseñando los hitos científicos y sociales que consideramos más reveladores sobre esta historia triste y fascinante.

Huelga decir que la intención de esta experiencia educativa no era decir que fumar es malo (cae de maduro) sino utilizar su historia reciente para fomentar el sentido crítico de mis acompañantes en este singular viaje, espolear su interés por la cultura científica y la promoción de la salud y reflexionar sobre el arsenal de medidas de salud pública disponibles para atacar un problema social de primer orden, que acaso pudiesen servir de ejemplo para otros retos actuales.

Dado que los adolescentes y jóvenes de hoy han nacido en pleno proceso de implantación de políticas restrictivas hacia el tabaco, pensamos que no estaba de más.

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Buenos aires

Estos talleres, diseñados y ejecutados por el abajo firmante, dejaron tras de sí el aroma de una comunidad que quiere saber y que agradece descubrir o, muchas veces, simplemente recordar. En las sesiones vespertinas, en que las actividades se abrían al público general, mantuvimos interesantes conversaciones con personas variopintas: fumadores empedernidos, médicos e investigadores, extrabajadores de la industria del tabaco, familias…

En el libro de visitas —con el valor que el lector le quiera dar— nos dejaron impresiones como las siguientes: muy interesante, fascinante, me ha encantado gracias. Aunque mi preferida es esta (con reconocible letra infantil): yo quiero que pongan el cigarro más caro y menos cigarros en las cajas.

Así fue la cosa; así percibí los buenos aires de mi comunidad. Cuánto aprendizaje haberlos podido inhalar.

Por Félix A. Morales,

Salud y suerte.

 

Post scríptum: agradecemos las desinteresadas sugerencias realizadas por Francisco Camarelles, médico experto en promoción de la salud y miembro de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria y del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, quien no obstante queda eximido de toda responsabilidad en el contenido y continente de esta experiencia.

 

 

2 comentarios en “Aires de mi comunidad: un viaje por el rastro del tabaco

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