Con el rumor de fondo de borboteos y piares de una apacible tarde santacrucera, he aquí un viaje desde la cama de un hospital hasta el cuestionamiento del gobierno del mundo. He aquí un diagnóstico.
Tras 40 años de desempeño profesional, Benito Maceira¹ dijo adiós hace unos meses a su jefatura del servicio de Nefrología del Hospital Universitario de Canarias, al trato diario con los enfermos y su padecer, a las aulas de la facultad lagunera de Medicina… Pero a lo que no ha dicho adiós este clínico e investigador de trato afable y verbo franco es a su permanente preocupación sobre las patologías más prevalentes en el mundo occidental y en este archipiélago atlántico.
[Hace unos días adelantamos una versión audiovisual resumida; hoy te traemos la entrevista completa]
Pregunta. Le he leído que los jueves eran días especialmente duros para usted en su trabajo hospitalario. ¿Por qué?
Era un día en que yo me tenía que tomar dos antidepresivos antes de empezar la consulta [nótese la hipérbole], porque ese día tocaba la atención a las complicaciones renales de la diabetes, lo que se llama nefropatía diabética, que se complica muchísimo más en las clases menesterosas. El ‘espectáculo’ de ver a esos enfermos, destrozados por la diabetes, con bajo nivel cultural, ciegos, amputados, a punto de entrar en diálisis, y la sensación de impotencia que teníamos, porque llegaban ya muy avanzados, para mí era un auténtico sufrimiento.
P. Dado el enorme protagonismo en Canarias de patologías como las reseñadas, podríamos colegir que no ha estado ocioso en estas cuatro décadas de ejercicio médico…
Desgraciadamente, de los españoles, el canario es el más gordo, el más hipertenso, el más infartado, el que sufre más insuficiencia renal y el más complicado de todas estas enfermedades. O sea, que sí, ‘trabajillo’ hemos tenido muchísimo, muchísimo.
P. En tanto estudioso del componente social de las enfermedades, ¿en qué medida debemos ese escenario al modelo de vida actual?
Cuando una sociedad sale del subdesarrollo y se incorpora al estilo de vida actual, al sistema que nos gobierna, capitalista, neoliberal, a medida que va adquiriendo sus hábitos, empieza a aumentar claramente la obesidad. Si mirásemos al mundo de noche desde un satélite veríamos unas zonas muchos más iluminadas que otras: las más iluminadas, que son las desarrolladas, tienen mayor prevalencia de obesidad, de infartos, de insuficiencia renal, de todas las enfermedades cardiovasculares…
La madre de todas las batallas
P. ¿Ese patrón que describe es directamente extrapolable a la realidad de España, de Canarias?
España está a un nivel medio, pero en Canarias batimos récords, desgraciadamente. Por ejemplo en la incidencia de obesidad, que es de un 30%… En plan broma, siempre les he dicho a los alumnos dos cosas: una, que las islas Canarias no deberían llamarse islas Canarias sino islas ‘michelín’; y que riesgo cardiovascular no se escribe con ‘v’ sino con ‘b’ de báscula, porque el origen, la madre de todas las batallas, lo que va después a producir todas las patologías que hemos mencionado, es la obesidad. Es la clave.
P. ¿Cómo explicar la situación tan poco halagüeña en nuestras islas?
De fondo, hay una relación directa, un gradiente social, entre las frecuencias de estas enfermedades y el nivel socioeconómico de la población. A nivel más bajo, más frecuencia, primero, de la obesidad, después la diabetes, la hipertensión… ¿Pero por qué?: porque el canario tiene un difícil acceso a la comida sana, la cesta de la compra es de las más caras de España, los sueldos son de los más bajos.
Junto a ello, y actuando de manera muy importante, está el consumismo. La mezcla de ambos elementos hace que no puedan caber la comida sana y la satisfacción de todas esas ansias consumistas. ¿Entonces qué hace la población?: relega lo que no se ve, y lo que no se ve es lo que se come. Se ve el coche, se ve el último móvil, se presume de tal y tal cosa, eso es lo prioritario.
P. ¿Ha sucedido entonces un cambio en las prioridades?
Ha habido una perversión del gradiente de valores en la población. Se desplaza una cosa fundamental, como es comer sano, a costa de tener todos esos bienes materiales. Además, el estilo de vida que ha impuesto el sistema que nos gobierna hace que seamos más sedentarios. El 55% de los canarios no hace actividad física en su tiempo de ocio, en su tiempo libre. El 34% de los niños menores de 16 años se pasan viendo la televisión dos horas y media…
[El entrevistado hace una pausa. Prosigue]
El canario tiene una educación nutricional muy escasa. No sabemos diferenciar lo que es nutrirse de lo que es ‘entullarse’. No tenemos los conocimientos para intentar abaratar el precio de nuestra comida sin que pierda calidad, por ejemplo aprovechando productos de temporada, congelados…
P. En otro lugar también se ha referido al estrés social como parte de la ecuación.
En efecto, vivimos en una sociedad donde el binomio frustración-ansiedad es muy importante. Entonces, cuando estamos ansiosos lo que hacemos es intentar buscar satisfacciones inmediatas, y la satisfacción más inmediata, lo que más tenemos a mano para luchar contra esa ansiedad, es la comida.
Al mismo tiempo, no hay nada que canse más que el estrés, que produce en el ser humano fatiga crónica. ¿Cómo un hombre que está baldado por el estrés va a ponerse un chándal y va a irse a Las Teresitas caminando? Pero es que además el estrés produce una reacción de alerta, alerta crónica, que sube la tensión arterial, aumenta el azúcar, es un factor reforzador de todos los demás.
Presa para la barranquera, biberón para la prevención
P. Visto el panorama, ¿qué hacer?
Ahora nos llega un enfermo con una patología determinada, una complicación determinada y tratamos a ese enfermo. Es lo que llamo medicina de desembocadura. Tenemos que cambiar el modelo y empezar a construir una presa allá arriba, donde se origina la barranquera: hacer medicina preventiva. Es la única manera si queremos conservar nuestro modelo universal de medicina pública, del que debemos sentirnos orgullosos.
P. ¿O el sistema colapsa?
Este sistema no aguanta como sigamos en este plan. ¿Qué ocurre? Que la medicina preventiva en serio prácticamente no existe en España. Hay, digamos, hechos preventivos: el día de la diabetes, de la obesidad…, días en que se ponen una serie de carpas, se hace publicidad puntual y se olvidan después. La prevención es una criatura a la que hay que darle un biberón todos los días.
P. ¿Y qué propone?
Usar masivamente campañas de información, de educación sanitaria, empezando desde las escuelas. Hay que informar, informar, educar, educar. Usar los medios públicos, la televisión pública, que es la que tiene más alcance, para dar fórmulas, para dar guías de salud. Hay que ‘comerle el coco’ a la gente, decirle que mover las piernas es mover y fortalecer el corazón, y es ganar longevidad, es ganar años de vida. Si por mí fuera, a las escaleras mecánicas les ponía un guardia, excepto para las personas impedidas.
P. Entonces, esta política preventiva ideal tendría como patas a la información, la educación, la actividad física…
También el abaratamiento de los alimentos… Se calcula que la reducción del precio de la comida sana en un 5% conlleva una disminución de un 30 o un 40% de la obesidad y de sus complicaciones. Entonces, si tenemos una medida tan eficaz, ¿por qué no la llevamos a cabo?
P. ¿Y por qué no?
¿Sabes cuál es el quinto negocio más importante del mundo, el que mueve más dinero?: la obesidad. Bueno, pues la falta de empuje de las autoridades sanitarias para poner en marcha auténticas medidas de prevención acaso sea porque están controlados, están influenciados por lo que yo llamo el ‘gran hermano’, el estamento empresarial, financiero, de multinacionales… Si no, yo no me lo explico.
A ver, si usted tiene un negocio, y se está arruinando, y usted detecta el agujero por donde está perdiendo el dinero, su impulso primitivo sería tapar el agujero. ¿Y por qué no se tapa el agujero? Pues después de viejo, de tantos años, pienso que no se tapa el agujero porque no interesa.
P. Cruda reflexión esa.
Es la realidad, es la realidad… Es lo que yo pienso.
P. Me gustaría saber si es usted optimista de cara al futuro inmediato.
[Suspiro profundo, gesto de dolor, pausa]
No soy demasiado optimista, porque todas las medidas que implican cambiar estas patologías casi son como cambiar el mundo.
[Ahora la pausa la hace el entrevistador, que piensa en la necesidad de insistir en lo que tiene entre manos. No hay más preguntas]
Por Félix A. Morales,
Salud y suerte.
Referencias:
- Estudioso de las relaciones entre salud, enfermedad y sociedad, Benito Maceira ha sido jefe del servicio de Nefrología del Hospital Universitario de Canarias, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Laguna y presidente de las sociedades canarias de Nefrología y de Hipertensión y Riesgo Vascular.