- Fácil de decir, difícil de hacer.
Tengo una buena noticia y una mala. Ahí van: los fundamentos de una alimentación saludable son muy fáciles de decir (y creo que casi todo el mundo los conoce o al menos los intuye); pero son muy difíciles de seguir. ¿Cómo es posible? Espero que las próximas líneas puedan aclararlo en parte.
- Productos vs. alimentos.
Pensando en nuestra salud, la Organización Mundial de la Salud (que antepongo a cualquier fuente interesada) recomienda consumir menos productos y más alimentos. Ya está. Es una forma válida y científicamente contrastada de decirlo. No sé si captan la diferencia. Un ejemplo: mis abuelos (ya no digamos si nos remontamos más atrás) se apañaban con apenas varias decenas de alimentos y sus correspondientes formas de elaboración, si es qué. Por el contrario, ustedes y yo vivimos rodeados por miles y miles de productos alimentarios.
Hoy hay una batalla con mucho dinero de por medio por ver qué metemos en nuestra cesta de la compra, en nuestro carrito del supermercado. ¿Y quién va ganando? Saquen sus conclusiones: si hace 30 años aún eran mayoría los alimentos en su interior, hoy ya son mayoría los productos. La disonancia entre lo que se recomienda y lo que hacemos estremece.
- Las reglas del juego.
Hemos visto que el escenario ha cambiado radicalmente. Jamás se me hubiese ocurrido querer explicarle a mis abuelos nada sobre su modelo de consumo alimentario. Sin embargo, las familias hoy carecemos de las más básicas nociones sobre las reglas de juego del actual. Como muestra, un par de botones: ¿el nombre comercial o los dibujos del frontal del envase de un producto tienen que tener relación con su nombre legal o con su contenido real?; ¿los ingredientes de un producto se mencionan según algún tipo de orden establecido?
Cuando cualquier padre o madre sepa responder a estas cuestiones sin titubear seguro que la batalla de que hablábamos en el punto anterior se habrá equilibrado un poco.
- Piedras en el camino.
Una paradoja del actual modelo de consumo es que la mayoría de productos alimentarios nuevos apenas sobreviven unos años. ¿Por qué? Por varias razones. Una, que realmente no se lanzan para cubrir ninguna necesidad de los consumidores (ni alimentaria ni de salud ni de nada); otra, que su fabricante quizá no acertó en sus colores o en el formato de su envase (pura estética); y otra, fundamental, que su fabricante no pudo sostener en el tiempo la inversión en marketing y publicidad de dicho producto, un factor vital en esta ecuación en la que sus hijos y los míos, usted y yo estamos inmersos.
- No nos confundamos.
Ya que hemos nombrado a las familias y a los hijos, que son uno de los leit motiv de mi trabajo como divulgador (y de mis pinitos como investigador), no puedo dejar de nombrar lo siguiente: «Recuerde que la función esencial de la publicidad es aumentar las ventas de productos y no informar ni, menos aún, educar”. Es uno de los 10 mandamientos de la nueva guía pública alimentaria de Brasil, de las más originales y prácticas que he podido leer.
Precisamente, una revista científica publicaba hace muy poco un trabajo de investigación (que tuve el honor de encabezar) sobre cómo es la publicidad de alimentación en la televisión en España. No diré aquí los resultados porque no les siente mal la lectura, pero pueden imaginárselo. A donde voy es a que sopesen lo siguiente: ¿por qué hay gente que gasta cientos de miles de euros dirigidos a publicitar sus productos ante nuestros hijos si ellos no tienen ingresos? No tienen ingresos, pero sí influencia; influencia bien documentada y cuantificada; que se traduce en que piden lo que ven y lo que usted mete en la cesta de la compra. Es un negocio basado en buena medida en la insistencia o molestia causada por el ‘mami, papi, me lo compras, porfi, porfi’. Tal cual.
Empecemos por cerrar este boquete, que atenta contra la salud y los derechos de la infancia, con buena legislación (exijámosla). Hablaría bien de nosotros como sociedad. Y luego sigamos con todo lo demás.
Por Félix A. Morales,
Salud y suerte.
Nota: el presente artículo fue escrito originalmente para la nueva revista divulgativa sobre actividad física y salud del Ayuntamiento de San Miguel de Abona, en Tenerife (Canarias)
Otros artículos sobre la temática en este blog: https://concisate.es/tag/publicidad/
Referencias:
- Organización Panamericana de la Salud. Oficina Regional para las Américas de la Organización Mundial de la Salud, Modelo de perfil de nutrientes de la Organización Panamericana de la Salud, Washington, D.C., 2016. Disponible en: http://iris.paho.org/xmlui/bitstream/handle/123456789/18622/9789275318737_spa.pdf?sequence=8&isAllowed=y
- Latasa, P., Louzada, M., Martinez Steele, E. and Monteiro, C. (2017). Added sugars and ultra-processed foods in Spanish households (1990–2010). European Journal of Clinical Nutrition. Disponible en: https://www.nature.com/articles/s41430-017-0039-0
- Guía alimentaria para la población brasileña / Ministerio de Salud de Brasil, Secretaría de Atención a la Salud, Departamento de Atención Primaria; traducido por Carlos Augusto Monteiro con Organización Pan-Americana de la Salud. – Brasília: Ministerio de Salud de Brasil, 2015. Disponible en: http://www.paho.org/hq/index.php?option=com_content&view=article&id=11437%3Anew-approach-healthy-diet&catid=7587%3Ageneral&Itemid=42409&lang=es
- Morales Rodríguez, F., Berdonces Gago, A., Guerrero Anarte, I., Peñalver Moreno, J., Pérez Ramos, L., & Latorre-Moratalla, M. (2017). Evaluación de los anuncios de alimentos procesados y ultraprocesados en la televisión en España aplicando el modelo de Semáforo Nutricional de Reino Unido. Revista Española de Nutrición Humana y Dietética, 21(3), 221-229. doi:http://dx.doi.org/10.14306/renhyd.21.3.348
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