Esta misma semana, uno de los diarios más influyentes del mundo, The Guardian, publicaba un editorial impactante acerca del problema global de salud asociado a la mala alimentación que nos azota, y decía: «Hay que olvidar los pequeños pasos y hacer frente a la Big Food [la gran industria alimentaria]. Se trata de un problema social, en sus causas y en sus consecuencias. Y un factor salta a la vista: la codicia. El problema no es la glotonería, sino la avaricia de los ‘Willy Wonkas’ y su presión de comida insana sobre los consumidores».
Cuánto no habremos leído y escrito (también investigado y publicado) sobre estos menesteres desde que este modesto blog echara andar allá por 2015. Bastante. Y coincidimos: es tal el envite que los gobiernos deben dejarse de medias tintas (pequeños pasos) y hacer frente a una industria de multinacionales de alimentación ultraprocesada muy poderosa que hasta ahora ha tenido gran influencia para amortiguar todas las medidas verdaderamente efectivas que se han planteado en diversas instancias para proteger la salud de los consumidores; y que, necesariamente, pasan por disminuir el consumo de sus productos.
Por ello, reconforta, y mucho, saber que el pasado 7 de febrero el Parlamento de Canarias aprobó ¡por unanimidad! una propuesta (planteada por el grupo Podemos y luego consensuada con todos las demás siglas políticas de la cámara) mediante la que se insta al gobierno autonómico a «estudiar el diseño de un impuesto a las bebidas azucaradas» y a «la bollería industrial», con el añadido de que su recaudación se destinaría en diferentes porcentajes a sanidad, investigación y campañas de promoción de la salud.
Subir el precio a estos productos para desincentivar su consumo son medidas planteadas por la Organización Mundial de la Salud y secundadas por numerosas agencias gubernamentales de salud pública y cada vez más sociedades científicas e investigadores (principalmente sin conflictos de interés con la industria alimentaria).
Al respecto, es muy claro un reciente informe de la Sociedad Española de Epidemiología. O la postura de la presidenta de la Sociedad Española de Salud Púbica y Administración Sanitaria, Beatriz González, canaria experta en economía de la salud: «serviría para atajar un problema que tiene un gradiente social y contribuiríamos a disminuir las desigualdades».
No es ocurrencia, sino tendencia
Por cierto, que nadie piense que se trata de una ocurrencia de sus señorías del parlamento canario. Los impuestos especiales a las bebidas azucaradas son una tendencia mundial: implantados en Bélgica, Chile, Francia, México, diversas regiones de EE.UU., Noruega… Pronto en Reino Unido, Portugal, Irlanda, Sudáfrica, Filipinas… Estudian su puesta en marcha en Canadá, India, Indonesia, Australia…

¿Y en España? Por el momento, nada. Por eso cobran mayor valor tanto el reciente acuerdo del Parlamento de Canarias como el pionero impuesto autonómico en vigor desde mayo pasado en Cataluña.
Por si alguien se plantea si es necesario, baste comentar, a modo de ejemplo, que en Canarias somos campeonísimos de España en el consumo de los juguitos envasados (zumos y néctares), cuya cantidad de azúcares libres supone casi alcanzar el máximo diario recomendado por la OMS y que, a envases iguales, sobrepasarían a un refresco. Ello por no comentar otras singularidades de nuestra cesta de la compra.
Otras medidas
Ahora solo falta estar pendientes de los detalles de este impuesto, que no puede diseñarse de cualquier manera y que también debería acompañarse de un descenso del precio de frutas y verduras, por hacer caso a la OMS en todos sus términos. Y tampoco debiera ser una medida aislada (por más que algunas de ellas competan a instancias estatales o europeas). ¿Que qué otras políticas serían útiles en este reto social? Pues, amén de las impositivas, se consideran efectivas algunas de las siguientes:
- modelos cualitativos de etiquetados frontales en los envases
- restricción de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a niños (un clamor sobre el que hemos investigado)
- o, ya que estamos, el cierre del bochornoso boquete de la normativa europea que permite que un bollo industrial presuma de ser fuente de hierro, por decir algo.
Estas son algunas de las decisiones gubernamentales que de verdad podrán tener impacto en las decisiones de consumo de la gente, que son prioritarias, urgen. Luego, también, las secundarias, los pequeños pasos que decía The Guardian: educación al consumidor, reformulación de productos, etc. Pero primero, lo primero.
Ah, el rastro del tabaco puede ser un buen espejo en el que mirarnos en esta batalla de salud pública.
Por Félix A. Morales,
Salud y suerte.