Hace unos meses recibía un amable correo electrónico de una alumna del Grado de Comunicación Publicitaria de la Universidad Europea de Canarias, Cristina Pascual, solicitándome una pequeña entrevista sobre cuestiones relacionadas con el consumo alimentario y la salud pública (a las que he dedicado no poco tiempo de estudio), como parte de su proceso de documentación para la realización de su Trabajo Final de Grado.
Pues bien, Cristina ya ha presentado su trabajo, titulado ‘La publicidad engañosa en el packaging de los productos alimenticios’, con una magnífica calificación; y, con su visto bueno, he decidido publicar en el blog el cuestionario que me planteó en su día. Allá va.
¿Crees que los consumidores conocen lo que es sano y lo que no?
Si lo vemos desde el punto de vista de la conformación actual de nuestra cesta de la compra, se diría que no; sin embargo, sería una conclusión precipitada.
Desde hace algunas décadas en nuestra cesta de la compra están perdiendo protagonismo paulatinamente los alimentos frescos en detrimento de los productos procesados y ultraprocesados. La cuestión es saber qué factores influyen en las decisiones de los consumidores, y la respuesta es que influyen muchos.
Los cuatro elementos básicos que postulan que un alimento sea o no elegible (disponibilidad, accesibilidad, precio y el propio producto) esconden tras de sí cuestiones de mayor calado como los ingresos disponibles, situaciones de vulnerabilidad social, nivel educativo, desigualdades, políticas alimentarias, marco político, etc.
En definitiva, sepamos o no qué es más o menos sano, lo relevante es que nuestra decisión está más influenciada de antemano de lo que nos gustaría reconocer o de lo que alcanzamos a comprender.
